El pasado 12 de agosto, el gobierno de Gustavo Petro se ausentó en la sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA), que condenó a Nicaragua por persecución religiosa y otras violaciones a los derechos humanos.
El embajador designado, Luis Ernesto Vargas, justificó en su momento la ausencia de Colombia ante el Consejo Permanente de la OEA, argumentando que aún no había sido nombrado y, por lo tanto, no había podido acudir. Sin embargo, más de una semana después, el gobierno de Gustavo Petro no se ha pronunciado en contra de las acciones tomadas por el gobierno de Daniel Ortega.
El silencio cómplice del presidente Petro y su gabinete era esperado, debido al fuerte acercamiento del nuevo gobierno colombiano con la izquierda latinoamericana desde que Gustavo Petro asumió el poder. El gobierno Petro reestableció las relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua en la primera semana de gobierno y su primera disposición ha sido ignorar la persecución religiosa y violación de derechos humanos en Nicaragua.
Sin embargo, no solo preocupa el silencio, sino que Colombia se encuentre en la disposición de alejarse de la OEA, lo que constituiría un hecho inédito. Colombia se ha caracterizado en los últimos 20 años por ser uno de los actores más importantes de la región en la defensa de los derechos humanos en la OEA y de mantener una defensa innegociable por las libertades y la democracia.
El mensaje enviado por el presidente Gustavo Petro al ausentarse de la sesión extraordinaria de la OEA y el silencio posterior que sigue sin condenar la situación del país centroamericano, mientras a su vez ha impulsado sin excusas el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Nicaragua, reiniciado las conversaciones de paz con el ELN en La Habana y reestablecido las relaciones políticas y comerciales con Venezuela, genera preocupación sobre la ruta de política exterior que Colombia tomará por los próximos cuatro años.
Asimismo, el gobierno Petro envía un mensaje muy claro sobre qué tipo de mandatario será para Colombia y el mundo. Luego de ser un enfático opositor de la comisión de violaciones de derechos humanos en el mundo como candidato presidencial, hoy, cuando quien las comete es un nuevo aliado de su gobierno, Gustavo Petro demuestra que su criterio no se sustenta de principios sino de ideología.