Estoy totalmente en desacuerdo con los ODM. Creo que los ODM fueron un desastre, fueron una erosión y creo que erradicar la pobreza como meta es una idea peligrosa. –Lant Pritchett, Ph.D., traducción libre
Lant Pritchett, economista por MIT y profesor en la Universidad de Oxford que se especializa en el desarrollo, critica a los “expertos” en desarrollo, diciendo que no atienden al desarrollo, sino las manifestaciones de la falta de desarrollo. Los expertos en desarrollo no saben de lo que hablan.
La gente confunde a la gente que vive en un país próspero con gente que sabe de lo que habla. La mayoría de las personas de países desarrollados, países ricos, no tienen idea de por qué su país es rico.
Pritchett dice que la mayoría de las personas que brindan asesoramiento sobre políticas son usuarios de instituciones que no construyeron y, por lo tanto, no tienen idea de cómo hacerlo. Los países en desarrollo le han prestado demasiada atención a esas personas, dice Pritchett.
Pritchett rechaza tajantemente el enfoque de desarrollo de las organizaciones internacionales dedicadas al desarrollo. En particular, es fuerte crítico de los famosos Objetivos del Desarrollo (ODM) de la ONU.
Según Pritchett:
[Con los ODM] nos estamos definiendo fuera del trabajo del desarrollo, de mejorar la prosperidad de todos, adoptando una definición de pobreza que es completamente arbitraria.
Es un peligro positivo porque si nos enfocamos en [la manifestación de la falta de desarrollo nos equivocamos en la política internacional y en la política interna. -énfasis agregado, traducción libre
Pritchett hace observaciones interesantes. Con la agenda de los ODM, la política internacional queda mal porque no todos los países sufren de los mismos problemas. Por esta razón, no todos tendrán el mismo nivel de compromiso con todos los ODM, porque cada uno de los ODM afecta a diferentes países de manera distinta. Una cosa es tener la mayoría de la población en pobreza extrema, otra cosa es tener el 20% en pobreza extrema, o sin falta de acceso a la educación, etc.
Asimismo, la política doméstica queda mal porque en regímenes democráticos, los líderes deben responder por toda la población, no solo un segmento, aunque sean los más pobres, con menos acceso a la educación, etc.
A nivel técnico, Pritchett critica la noción de llevar a cero cualquier indicador. Por pura estadística, siempre hay una distribución, en cualquier indicador. Sea pobreza, falta de educación, falta de acceso a la salud, siempre habrá una distribución. Según Pritchett, hay dos formas en las que se puede pensar en mejorar la parte inferior de esa distribución:
Uno, podemos cambiar toda la distribución hacia arriba, de modo que todos mejoren, en la misma tasa proporcional, aquellos en el extremo inferior y aquellos en el extremo superior (traducción libre)
Por otra parte, Pritchett dice:
lo otro que podemos hacer es trazar una línea a través de esa distribución, declarar que en esa línea sucede algo especial y luego concentrarnos en llevar a las personas debajo de esa línea hasta esa línea, de modo que esencialmente induzcamos una torcedura en la distribución. (traducción libre)
El problema que señala Pritchett es que esas líneas son artificiales y arbitrarias. La línea de pobreza, en particular, es un mito socialmente construido, completamente inventando. La meta de sacar a todos de la pobreza extrema definida como $1.90 al día es demasiada baja. Igual, la meta de que todos completen 6 años de educación primaria es demasiada baja. Nada cambia para las personas cuando pasan esas líneas.
Pritchett atribuye estos errores al mal enfoque e incentivos perversos que tienen los expertos de desarrollo en reportar “resultados” del dinero que gastaron. Pritchett se opone a este enfoque, lo que él llama la agenda estrecha y programática.
A cambio, Pritchett apuesta por objetivos amplios para el desarrollo para que todos mejoren. Con mayor crecimiento económico, las metas bajas se cumplirían de todos modos. Pritchett también rechaza el argumento que primero se necesitan buenas instituciones para emprender un periodo de alto crecimiento económico. Para Pritchett, el argumento es al revés. El crecimiento económico genera muchos cambios sociales. Si los países con alto crecimiento encuentran la manera de ir gradualmente mejorando sus instituciones, así es como normalmente se llega a un estado de reglas con mejores instituciones que pueden sostener el crecimiento en el tiempo.
Los hacedores y asesores de políticas en Guatemala harían bien en ponerle atención al argumento de Pritchett. Guatemala, en particular, es un país que se encuentra asediada por fuerzas externas que le tratan de imponer institucionalidad, cosa que Pritchett dice siempre fracasa. Nuestro país está sitiado por expertos que mueven la agenda estrecha y programática de desarrollo, más orientada a reportar éxitos en los programas que dirigen que en lograr el desarrollo ambicioso a gran escala a largo plazo.