El gobierno de Arévalo y el cerco a la libertad de expresión – Editorial

En los últimos meses, hemos sido testigos de un preocupante deterioro en el respeto a la libertad de expresión bajo el Ejecutivo. Lo que muchos vendieron como un proyecto democrático y renovador ha terminado por revelar tendencias autoritarias disfrazadas de progresismo. La libertad de prensa, piedra angular de cualquier república democrática, hoy se encuentra amenazada por una administración que no tolera la crítica y que busca moldear el discurso público a su conveniencia.

Desde su llegada al poder, Arévalo ha promovido una narrativa de “transición democrática”, pero en la práctica ha estigmatizado a medios independientes y periodistas que no se alinean con su visión. A través de voceros oficiales y estructuras digitales afines, se ha iniciado una campaña de desprestigio contra quienes cuestionamos su gestión. Se ha creado un ambiente donde disentir no solo es mal visto, sino castigado con insultos, bloqueos institucionales y presiones indirectas.

El uso de recursos estatales para promover su imagen personal, mientras se limita el acceso a la información pública, es muestra del doble discurso oficial. Mientras predican transparencia, ocultan datos clave sobre el manejo de fondos y la toma de decisiones. Los periodistas que intentan investigar estos temas enfrentan obstáculos burocráticos, amenazas veladas y, en algunos casos, vigilancia encubierta. ¿Este es el “nuevo país” que prometieron?

No se puede hablar de libertad de expresión si el gobierno elige a qué medios responde, a cuáles excluye de sus conferencias y a quiénes etiqueta como enemigos. Esta es una práctica que recuerda más a regímenes autoritarios que a una democracia liberal. La reciente exclusión sistemática de algunos medios y el silencio oficial ante los ataques digitales que sufren algunos periodistas,  son hechos graves que deben ser denunciados t atendidos con firmeza.

Más preocupante aún es la alianza implícita entre el oficialismo y ciertos sectores de la comunidad internacional, que parecen dispuestos a aplaudir cualquier acción del gobierno con tal de que cumpla una agenda ideológica afín. ¿Dónde quedan entonces los principios democráticos universales? ¿Es que solo tienen derecho a expresarse quienes repiten el discurso oficial?. Es imperativo portante recalcar que todos los guatemaltecos, sin importar su ideología, tienen derecho a ser escuchados y a cuestionar al poder.

La historia nos enseña que el poder sin contrapesos termina por corromper. De esta forma es importante reafirmar el compromiso con una prensa libre, crítica y valiente. Guatemala necesita más voces, no menos. Necesita debate, no adoctrinamiento.

Es momento de que los guatemaltecos comprendan lo que está en juego. No se trata solamente de un gobierno de turno, se trata de defender las libertades que garantizan las condiciones necesarias para una Guatemala libre, la cual solo es posible si se respeta el derecho a disentir.