Editorial
Raíces de la corrupción – Corrupción y nepotismo – Editorial
Roxana Baldetti llegó envuelta en un discurso de orden, anticrimen y defensa de los valores tradicionales…

El populismo, en todas sus formas, ha sido el mayor fertilizante de las raíces de la corrupción en Guatemala. No importa si proviene de la derecha autoritaria o de la izquierda “progresista”; siempre termina erosionando la institucionalidad republicana. Figuras como Roxana Baldetti, Mario Taracena y ahora Samuel Pérez han usado el Congreso como plataforma de propaganda personal y como herramienta de manipulación política, dejando de lado el verdadero deber de legislar con principios y responsabilidad.
Roxana Baldetti llegó envuelta en un discurso de orden, anticrimen y defensa de los valores tradicionales.
Sin embargo, ese tipo de populismo terminó por colapsar bajo el peso de su ambición personal. Desde el Congreso hasta la Vicepresidencia,Baldetti utilizó su creciente poder para beneficiar redes paralelas y grupos de interés, valiéndose de un lenguaje simplista para justificar el desmantelamiento del Estado de Derecho. En su caso, las raíces de la corrupción se camuflaron tras un falso discurso de estabilidad y mano dura.
Mario Taracena representa otro matiz del populismo, uno más cínico y corrosivo. Desde su liderazgo legislativo, se presentó como un reformador, un crítico del sistema, pero terminó consolidando pactos de impunidad, manipulando las reglas del Congreso para proteger intereses propios. Su estilo confrontativo y clientelar fue populismo puro, que le permitió gobernar desde la tribuna, señalar enemigos imaginarios, y hablar en nombre del pueblo para justificar atropellos.
Samuel Pérez, el nuevo rostro del populismo de izquierda, repite el patrón con una narrativa moderna. Su discurso se envuelve en causas justas, pero sus acciones revelan la misma fórmula: instrumentalizar al Congreso, polarizar a la sociedad, y promover leyes sin sustento técnico ni visión de país.
Su populismo juvenil es igual o más peligroso, pues socava la institucionalidad bajo la bandera del “cambio” y deslegitima todo contrapeso como enemigo del pueblo. Hoy, también él nutre las raíces de la corrupción.
El populismo actúa como anestesia adormeciendo al pueblo con promesas fáciles y odios dirigidos mientras por debajo se debilitan los frenos constitucionales, se controlan las cortes, se imponen agendas ideológicas y se elimina la transparencia. Baldetti, Taracena y Pérez han promovido esa política del espectáculo, donde lo importante no es el contenido de la ley, sino cómo se vende. Gobernar para las cámaras es gobernar sin conciencia democrática. Gobernar para las masas es, muchas veces, gobernar contra la república.
Los tres, aunque vengan de trincheras distintas, comparten un legado común, el de poder y los incentivos políticos por encima de la ley, y el aplauso por encima del deber. Mientras la ciudadanía siga premiando a estos populistas, las raíces de la corrupción seguirán creciendo, adaptándose a nuevos discursos y nuevas caras. Guatemala necesita representación con valores, no con slogans.
No debemos permitir que el populismo, sin importar su disfraz, siga destruyendo las bases de nuestra democracia. Es momento de volver a las ideas, a los principios, al respeto por las instituciones y al rechazo de quienes, con voz dulce o tono combativo, siembran división, odios y corrupción.
Las raíces de la corrupción florecen allí donde el populismo sustituye la razón por el aplauso.