Editorial
Raíces: la réplica de una estructura ilegítima – Editorial
Es importante recordar que el Movimiento Semilla, actualmente en el poder, surgió de un proceso plagado de irregularidades.

La reciente aparición del comité proformacion del partido político Raíces, conformado por exintegrantes del Movimiento Semilla, representa un capítulo más en la crisis de legitimidad que vive el sistema político guatemalteco. Lejos de significar una renovación o una alternativa seria, Raíces aparece como una maniobra oportunista, diseñada para preservar una base electoral que hoy comienza a erosionarse con rapidez. El discurso de ruptura con el oficialismo es apenas una fachada: se trata de los mismos actores, con la misma agenda, bajo una nueva etiqueta.
Es importante recordar que el Movimiento Semilla, actualmente en el poder, surgió de un proceso plagado de irregularidades. Su suspensión por orden del juez Fredy Orellana, debido a graves anomalías en la conformación del partido, entre ellas la falsificación de firmas de afiliados. La posterior restauración de su personería jurídica, vía reformas express y maniobras legislativas, no resolvió el fondo del problema: fue un golpe institucional disfrazado de procedimiento democrático. El partido Semilla, en términos jurídicos y éticos, sigue siendo un proyecto viciado de origen.
Frente a este contexto, el nacimiento de Raíces es sintomático de una crisis aún más profunda, la cual representa la incapacidad del oficialismo para consolidar un proyecto político serio y estable. El hecho de que un grupo de diputados y operadores clave de Semilla decidan ahora formar su propia agrupación, con el eslogan tácito de “un futuro sin Bernardo y sin Semilla, pero con los mismos votantes”, confirma que el interés no está en el país, sino en mantener cuotas de poder bajo otra marca. Lo que pretendía presentarse como una plataforma de transformación ha degenerado en una disputa por espacios, completamente divorciada del interés nacional.
Resulta preocupante que esta nueva iniciativa pretenda vestirse de legitimidad ciudadana cuando nace del mismo grupo que construyó, sostuvo y defendió a Semilla incluso durante los momentos más cuestionables de su historia. La consigna de “un futuro sin CACIF” ha mutado en una estrategia más ambiciosa: librarse no solo de las élites económicas, sino también del liderazgo incómodo de Arévalo, sin renunciar a los beneficios del capital político ya acumulado.
Raíces no representa una renovación ética ni ideológica. Representa, en el mejor de los casos, una descisión táctica; en el peor, una jugada desesperada para conservar poder en un momento de creciente desgaste. Guatemala no necesita más personalismos, ni más agrupaciones recicladas. Necesita claridad, legalidad y firmeza institucional. Y eso solo será posible cuando las estructuras surgidas de la ilegalidad y el cálculo electoralista dejen de ser legitimadas como parte del juego democrático.
El país requiere una oposición real, sí, pero también requiere memoria. No se puede permitir que aquellos que ayudaron a llegar al poder a un proyecto fallido ahora pretendan encabezar la supuesta alternativa. La política seria empieza por asumir responsabilidades, no por evadirlas con nuevas siglas.