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Opinión

Entre la privacidad y la seguridad digital – Por: Allan Ortíz

Tensiones entre la esfera pública de seguridad y la privada del individuo relacionada a su privacidad.

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Entre la privacidad y la seguridad digital - Por Allan Ortíz
Foto: Centra News

En la actualidad, la era digital nos enfrenta a un conflicto crucial: ¿cómo equilibrar la privacidad individual con la necesidad de garantizar la seguridad? Los avances tecnológicos han otorgado a los gobiernos herramientas sin precedentes para prevenir amenazas globales como el terrorismo y los ciberataques. Sin embargo, estas mismas herramientas han permitido implementar estrategias de vigilancia masiva que invaden la vida privada de los ciudadanos, abriendo un debate que no admite soluciones fáciles.

Para muchos gobiernos, la vigilancia masiva es indispensable en un mundo cada día más interconectado. Programas como PRISM, revelado por Edward Snowden, se justificaron bajo el argumento de que recopilar datos personales permite identificar amenazas antes de que se ejecuten. Los defensores de esta perspectiva afirman que “si no tienes nada que ocultar, no tienes nada que temer”, sugiriendo que ceder parte de nuestra privacidad es un precio razonable para prevenir conflictos y crisis de seguridad pública en el mundo.

Por el contrario, los críticos de la vigilancia digital apuntan los riesgos que conlleva el poder absoluto de la información digital – personal. La recopilación indiscriminada de datos no solo expone a los ciudadanos al robo de información, sino que también puede ser utilizada para silenciar a la oposición política, vigilar a periodistas y reprimir activistas, paradójicamente poniendo en peligro los principios de la libertad de expresión y democracia, que sostuvieron el desarrollo y acceso a las tecnologías de información en el mundo. La privacidad, lejos de ser un lujo, es un componente esencial de la libertad en cuanto los ciudadanos observan con sospecha ser observados, surge como consecuencia el silencio, la coerción y en los peores casos, la autocensura.

Encontrar un balance entre privacidad y seguridad es un desafío complejo, pero de suma urgencia e importancia para los ciudadanos. Las leyes y políticas públicas deberían garantizar que la protección de la información y acceso a los medios digitales no se conviertan en un pretexto para el abuso, vigilancia ni opresión política. De esta manera, procesos como la supervisión independiente de los programas de vigilancia, la protección estricta de los datos recopilados y la focalización en amenazas específicas, en lugar de la vigilancia masiva, son pasos fundamentales para la construcción de un ambiente propicio para el desarrollo de la identidad digital contemporánea.

La pregunta central de esta problemática radica en cuánto estamos dispuestos a ceder de nuestra privacidad y nuestras libertades, a cambio de la promesa de seguridad. Aunque muchos podrían aceptar estas concesiones en aras de protegerse, es vital preguntarse quién supervisará a quienes tienen acceso a estos datos. Sin un marco legal claro y controles efectivos, cualquier intromisión a la privacidad en aras de la seguridad puede convertirse en un arma contra los propios ciudadanos.

En última instancia, este dilema no debe ser un juego de suma cero entre privacidad y seguridad. Ambas pueden coexistir si se diseñan marcos legales equilibrados que respeten el derecho fundamental a la libertad y la seguridad individual, pues el epicentro de la discusión consiste no en un enfrentamiento entre tecnología y la libertad, sino entre la tensión entre la seguridad individual que reclama por privacidad individual y la seguridad colectiva, que hace un llamado al acceso a la información privada como eco de seguridad y prevención.