Opinión
Un aumento que no siempre suma – Por: Jan Ricica
El mercado laboral opera bajo las leyes de la oferta y la demanda…
El salario mínimo es una espada de doble filo: mientras promete mayores ingresos aparentes, lleva a cortar el acceso al trabajo a quienes más lo necesitan. El aumento del salario mínimo en el país de entre 6 y 10% ha dado de qué hablar en los últimos días; comentarios a favor y en contra. Sin embargo, dos críticas destacaron entre todas: la del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF) y diversos profesores de centros universitarios, los cuales se posicionaron en contra del aumento arbitrario, esto porque consideran que esta alza puede llevar a un mayor desempleo.
La relación entre el salario y la cantidad de empleos ofrecidos, como lo representa la gráfica, es clave para comprender cómo una política, a simple vista bien intencionada -con trasfondo populista-, pero que conlleva consecuencias adversas. La gráfica presentada por la UFM -elaborada por Manuel Ayau- ilustra una relación inversamente proporcional entre el salario (dependiente) y la cantidad de empleos (independiente). El salario se ajusta en función de la cantidad de empleos ofrecidos y demandados. Es decir, cuando el salario supera el nivel de equilibrio, se genera un desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo.
El mercado laboral opera bajo las leyes de la oferta y la demanda. El salario es el precio de la mano de obra, y la cantidad de empleos disponibles depende de la interacción entre empleadores y trabajadores. El salario no debe entenderse solo como compensación por el tiempo, sino también como el precio pagado por la obra específica que el trabajador realiza. «El patrono no adquiere el tiempo del operario, sino su obra concreta, independientemente de cualquier fatiga» (Ricardo Ricica, 1980). Así, al imponerse un salario mínimo por encima del salario de mercado, los empleadores deben ajustar sus expectativas sobre el rendimiento, lo que puede llevar a reducir la cantidad de trabajo o a optimizar el rendimiento para ajustarse a los costos establecidos.
Esto lo podemos ver reflejado en la gráfica 2, donde C es el sector cubierto por el salario mínimo. Cuando este aumenta de W_0 a W_m, el empleo se reduce a E_m con EF empleados sin trabajo en el sector cubierto (Hamermesh, 1993). Los empleados EF que ahora se quedaron sin empleo en el sector cubierto por el salario mínimo, tienden a buscar empleo en el sector no cubierto (informal), lo que lleva a tener una mayor empleabilidad pero con salarios más bajos (Welch, 1976).
Los aumentos del salario mínimo suelen reducir el empleo en trabajadores menos calificados y aumentando la demanda de los más calificados (Neumark & Wascher, 2008), teniendo como consecuencia una sobrecarga de trabajo. En última instancia los más afectados resultan ser los empleados más jóvenes o que llevan menos tiempo en la industria y aquellos que tienen una menor preparación en el área de trabajo. Un ejemplo de esto es Sudáfrica donde existe una creciente polarización salarial; aunque las políticas y dinámicas del mercado -salario mínimo- han resultado beneficiosas para ciertos grupos, no se ha reflejado en mejoras salariales para la mediana salarial, donde, desde 2008 se ha visto un estancamiento e incluso un leve descenso (Mosomi & Wittenberg, 2020).
En Latinoamérica, donde predomina la economía informal, el aumento salarial tiene un impacto más pronunciado, desplazando trabajadores hacia el sector informal, donde carecen de protecciones laborales (Maloney & Ménard, 2004). Como se puede observar en la gráfica 3, los trabajadores, desplazados en el sector formal buscarán empleo en el sector informal (U) desplazando la oferta de trabajo hacia la derecha en una cantidad de EF, teniendo una reducción de salario W_1 pero un aumento en la empleabilidad E_1 (Hamermesh, 1993).
Otro efecto que llega a tener el aumento del salario mínimo es el incremento de los precios al consumidor debido a la inflación por costos. Las empresas se enfrentan a costos laborales arbitrarios más altos y buscan trasladar estos costos al consumidor (P), teniendo como efecto precios más altos -el área sombreada representa los costos trasladados- en bienes o servicios. Es decir, aunque el salario aumente, el costo de vida también tiende al alza, afectando particularmente a los consumidores más vulnerables. Un estudio realizado por David Card y Alan Kreuger (1992) en New Jersey arrojó un aumento en los precios de las comidas rápidas, entendiendo que gran parte de la carga del aumento del salario mínimo se trasladó al consumidor.
Aunque el salario mínimo busca tener algún sentido de bienestar y ayuda, puede generar efectos contraproducentes. La evidencia demuestra que perjudica a quienes busca proteger, excluyendo y sacrificando a los trabajadores más vulnerables. La clave radica en políticas que promuevan la productividad y el flujo natural del mercado y no en políticas invasivas que restrinjan el libre comercio.
Acerca del autor:
Estudiante de Ingeniería en Computer Science en la UFM con conocimientos en desarrollo de software, hardware, diseño de sistemas y automatización. Apasionado de la economía, política, contexto global (especialmente Ucrania, Europa y Estados Unidos), historia y filosofía. Con experiencia en proyectos de desarrollo social y tecnológico y debates.