Opinión
El Efecto Trump en Guatemala: Una Llamada de Atención sobre el Gasto Exterior de EE.UU. – Por: Bert
A pesar del alarmismo mediático, en solo tres semanas, DOGE ha logrado lo que la burocracia no pudo hacer en décadas: identificar miles de millones de dólares en gastos innecesarios…

Desde el 20 de enero, el público estadounidense ha sido testigo de una protesta constante de los medios tradicionales y de los líderes demócratas, una clara señal de que poco han aprendido de la última elección. Sin embargo, su indignación no se trata de políticas o principios, sino de poder. En lugar de participar en un debate significativo, desperdician su mínima credibilidad oponiéndose a las reformas necesarias lideradas por el presidente Trump y Elon Musk, el recién nombrado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).
A pesar del alarmismo mediático, en solo tres semanas, DOGE ha logrado lo que la burocracia no pudo hacer en décadas: identificar miles de millones de dólares en gastos innecesarios. El presidente Trump y Musk, ambos rechazando salario, han tomado medidas inmediatas para frenar el fraude y el abuso de fondos públicos. No obstante, los críticos más ruidosos son quienes más perderían: beneficiarios de un sistema roto que canalizó miles de millones hacia programas politizados.
Un ejemplo claro de este mal uso es la financiación exterior de USAID y el Departamento de Estado, especialmente en Guatemala. Durante la última década, estas agencias han gastado miles de millones para reducir la migración ilegal y fortalecer el estado de derecho, objetivos que, según sus propios informes, no se han cumplido. ¿A dónde fue el dinero? A manos de “socios implementadores” como Acción Ciudadana y el Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP). Aunque estas organizaciones reciben fondos estadounidenses bajo el pretexto de promover la transparencia, su enfoque ha sido claramente político: atacar a entidades moderadas y conservadoras mientras ignoran la corrupción de la izquierda.
El OCCRP, por ejemplo, no ha realizado ninguna investigación sobre la corrupción de izquierdistas en Guatemala, a pesar de numerosos casos que involucran a prófugos de la justicia. ¿Se trata de una ceguera selectiva o es un reflejo de la agenda politizada de USAID? En cualquier caso, surge una pregunta urgente: ¿Cuántos hospitales, escuelas e infraestructuras podrían haberse financiado si el enfoque hubiera sido el desarrollo en lugar de la ideología?
Las investigaciones de DOGE dentro de agencias estadounidenses revelan más ejemplos de este malgasto. Por ejemplo, un contrato del Departamento de Agricultura para “servicios de consultoría sobre evaluación de género en Centroamérica”. ¿Qué relación tiene esto con la agricultura estadounidense? Ninguna. Este fue uno de los miles de contratos suspendidos o cancelados, lo que ahorró miles de millones de dólares a los contribuyentes.
Las reformas de la administración Trump exponen un problema de larga data: miles de millones gastados sin rendición de cuentas. Como contribuyentes, merecemos más que retórica: merecemos resultados. La ayuda exterior de EE.UU. debe fomentar el desarrollo, no promover agendas políticas. Guatemala, y muchos otros países, merecen soluciones reales, no experimentos ideológicos financiados con el dinero de los trabajadores estadounidenses.
La pregunta ya no es por qué se necesita una reforma, sino por qué se tardó tanto en comenzar.