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Diablos Rojos de Víctor Jara: una fiesta pagana contra los horrores de la dictadura chilena

Todavía hay al menos 1,500 restos de víctimas de desapariciones forzadas que aún no se encuentran y familias sumidas en una búsqueda perpetua.

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Un grupo de casi 100 personas vestidas de rojo, con sus rostros cubiertos por pasamontañas de lana y máscaras de diablos irrumpe en una avenida de Santiago el domingo anterior a la conmemoración de los 51 años del golpe de Estado de 1973 e, inmediatamente, concentra todas las miradas.

Mujeres, hombres, niños, perfectamente alineados interpretando una comparsa dirigida por un caporal, simétrica, expresiva y atemporal, con toques musicales de influencia andina: Los Diablos Rojos de Víctor Jara se unen a la romería tradicional por los derechos humanos que conmemora el 11 de septiembre en el país llevando como bandera de apertura una guitarra y un pañuelo bordado con las palabras ¿dónde están?

Y con su presencia y la música de Víctor Jara revisitada comienza un nuevo espectáculo que mezcla arte con resistencia y lucha por la memoria. Conformados como grupo artístico para una sola intervención en la fecha en que, por motivos judiciales se exhuma el cuerpo del cantante, en 2009.

Los Diablos Rojos de Víctor Jara fueron protagonistas inesperados en ese momento del gran duelo colectivo para despedir en un velorio popular que reunió a miles de personas a un cantautor, intelectual, figura política y de lucha social que simboliza el dolor de los miles de ejecutados, torturados y desaparecidos en el país durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

El cadáver de Jara, recordemos, y su historia trágica (fue depositado en una fosa común, pero alguien avisó a la familia que pudo rescatarlo) también ejemplifica la brutal violencia de la dictadura y su obsesión por aniquilar al contrario: el cuerpo del cantautor apareció acribillado por al menos 45 heridas de bala, según establece el auto judicial, y con las manos destrozadas, para que no pudiera nunca volver a tocar.

La performance de Los Diablos causó tanto impacto aquel día que el grupo se consolidó como uno de los imprescindibles en las fechas cercanas al 11 de septiembre. El carácter colectivo e impersonal de este grupo artístico que no tiene presencia en redes sociales, donde no destacan individualidades, no hablan con prensa, no existen voceros, no hay declaraciones o rostros que se vean, no hay personalización.

La fuerza del grupo permite que cada uno de los que observan sus actuaciones callejeras vierta en ellos la efervescencia de emociones que acompañan a estas jornadas de dolor colectivo, en un país que, 51 años después, aún no es capaz de mirar sus heridas de frente sin dividirse en dos bandos.

El tiempo todo lo cura, dice el dicho popular, pero Chile es una prueba de que el tiempo solo cura si las sociedades tienen capacidad de enfrentar su pasado, de mirar las heridas y tratar de sanarlas más allá de las ideologías o de las posiciones políticas.

Cuando el gobierno del izquierdista Gabriel Boric puso en 2023 toda la carne en el asador para conmemorar el medio siglo del golpe tratando de generar un acuerdo transversal entre todos los partidos políticos, varios de derecha se negaron a firmar una declaración que concordara un “nunca más”.

Algunos políticos de derecha todavía justificaron entonces el golpe militar y varios acusaron a Salvador Allende de poner al país en una situación previa tal que condujo casi “inevitablemente” a la historia sangrienta que le sucedió.

Para todo el Chile que quiere olvidar todos los cientos de centros donde se torturó, violó, ejecutó, desapareció a personas, esparcidos a lo largo y estrecho de su geografía, o que pretendió durante años que esto nunca ocurrió y que eran todo leyendas populares, surgen Los Diablos Rojos de Víctor Jara, un grupo que a través de intervenciones callejeras y artísticas ejerce activismo sobre la memoria. También para que las nuevas generaciones no olviden nunca lo que ocurrió en este país.

“Abajo, por adentro del cerro, del Apu Huechuraba que es uno de los cuatro cerros tutelares de este valle andino del sur, se accede al Manka Pacha (…) Dicen que ese es el mundo de los espíritus, esos que los conquistadores llamaron diablos, y también de los muertos”.

Así comienza su tesis ‘Resistir Bailando’ de 2015 sobre Los Diablos Rojos Lucía Puime, quien se define en ese mismo escrito como una de sus creadoras y afirma integrar la comparsa “como gestora, creadora y coreógrafa junto a otras tres artistas” en el grupo gestor junto a “artistas que conforman la totalidad del grupo, integrado por performers-danzantes y músicos”. Como el colectivo no da entrevistas, este es uno de los pocos testimonios que existen sobre él.

La comparsa está formada por cerca de 100 personas que abarcan desde niños de 4 años de edad hasta personas mayores, procedentes de distintas áreas laborales y diversos estratos sociales, indican a France 24 fuentes cercanas a la misma. Van acompañados, como en las fiestas andinas del norte, por un grupo musical de al menos 20 bronces y percusiones.

En cada intervención se tocan canciones de Víctor Jara, pero con instrumentos y acordes inusuales y ritmos típicos de Chile, como la saya, el purrún, la diablada nortina o el gitano. Son canciones de Jara, un autor muy escuchado cuyas canciones también fueron símbolo, por ejemplo, durante el estallido social.

Puime reivindica la figura del diablo de lana “construido por la mixtura de antecedentes de máscaras” de origen prehispánico y “de las tradiciones andinas aymara y quechua” en clara referencia a una figura presente en una de las mayores fiestas religiosas del norte de Chile de marcada influencia andina, La Tirana, “donde el diablo viene a representar la resistencia de las creencias nativas de este territorio frente a la fe católica impuesta”, afirma. Aunque esa figura de diablos independientes en el norte tiene un carácter religioso y en Santiago, en un contexto urbano, se transforman en una figura política.

Y señala que el colectivo decidió salir a la calle a festejar “la figura de Víctor Jara, como hombre y artista, y como símbolo de una cultura criollo-mestiza” de “identidad fuerte” e inscrita en la “lucha de clases”. La comparsa aúna así el “campo de las culturas andinas, su cosmovisión y sus teatralidades rituales” según Piume.

Y aquí muchos señalan su carácter vinculado al teatro callejero chileno. “Los Diablos Rojos han acompañado a la Fundación Víctor Jara siempre, en todas sus acciones, pero también a otras organizaciones de derechos humanos que trabajan por la memoria y la justicia. Los Diablos están en las calles, en las marchas acompañando con su alegría y festejo. Ellos son una fiesta pagana de denuncia”, explica a France 24 Amanda Jara, hija de Víctor Jara.

El arte de Los Diablos está atravesado por el carácter efímero de sus actuaciones en las calles. Como el arte contemporáneo: cada actuación es ahora y no puede congelarse en el tiempo. Las intervenciones son poco cada año, nunca se sabe dónde van a aparecer más allá de la romería y no es posible encontrar información sobre ellos o sus actuaciones en redes. El grupo tampoco admite a cualquiera en sus filas, para llegar a pertenecer uno necesita ser “apadrinado” y dar unas garantías de compromiso con los ideales y los ensayos del grupo.

La comparsa “se constituye con la intención de ser un homenaje artístico-colectivo hacia la figura de Víctor Jara, además de ser una acción poética dancística y musical de reparación simbólica, que liga su existencia al uso del espacio público como escenario”, escribía en su tesis ‘La Danza de la memoria en los Diablos Rojos de Víctor Jara’, de 2017, Isabel Nuñez, otra de las creadoras del grupo.

Así, los Diablos comenzaron sus actividades este 2024 en Valparaíso y después visitando los Hornos de Lonquén, un centro memorial donde se encontraron en 1978 varios restos de detenidos desaparecidos en las afueras de Santiago. También se acercaron el domingo a Venda Sexy, una casa donde se practicaron algunas de las mayores atrocidades sexuales, con violaciones sistemáticas a mujeres, también a hombres, y perros adiestrados para violentar a detenidas.

Allí una de las mujeres sobrevivientes a esos horrores, Beatriz Bataszew, del Colectivo de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes, les agradeció su compañía alegre en el dolor y la resistencia a lo largo de estos años. También lo hace Amanda Jara.

“Los Diablos Rojos nos acompañaron cuando realizamos el segundo funeral de mi papá, en el 2009, y también el 2023, cuando falleció mi madre Joan. Ahí sentimos un acompañamiento que va mucho más allá de la música y la danza. Ellos son una energía potente e inspiradora que te interpela. Es imposible no ver, escuchar y no bailar junto a los Diablos.

Son una interpelación que nos viene muy bien desde la rabia que tenemos tras estar tantos años denunciando la impunidad y la falta de justicia”, concluye Amanda. 51 años después "impunidad" sigue siendo una palabra que se repite y escucha mucho en Chile. También lo es "rabia".

Via: france 24

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