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Opinión

Libertad de expresión y polarización narrativa – Por: Allan Ortíz

La importancia de este derecho cobra urgencia en tiempos de polarización, donde las narrativas existentes parecen irreconciliables.

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Libertad de expresión y polarización narrativa - Por Allan Ortíz
Foto: Centra News

La libertad de expresión es un derecho esencial que sostiene el intercambio abierto de ideas, permite la crítica al poder y garantiza que todos y cada uno tenga un lugar en el debate público. En un contexto marcado por una creciente polarización, donde las diferencias narrativas se profundizan y las plataformas digitales amplifican los conflictos, proteger este derecho resulta crucial para resguardar nuestra democracia. Sin la libertad de expresión, la capacidad de cuestionar, dialogar y convivir en sociedades plurales se ve gravemente amenazada.

Este principio es fundamental e indispensable para la construcción de una sociedad abierta, pues su existencia garantiza que cualquier idea, incluso las más controvertidas o incómodas, puedan ser escuchadas y discutidas. Lejos de limitar el disenso, lo fomenta, creando un espacio para el pensamiento crítico, el debate y la innovación social. En su ausencia, las democracias corren el riesgo de caer en formas de autoritarismo donde solamente prevalecen las narrativas establecidas por el oficialismo, silenciando las voces críticas, que buscan aportar al debate de lo público.

La importancia de este derecho cobra urgencia en tiempos de polarización, donde las narrativas existentes parecen irreconciliables. En lugar de limitar la discusión, la libertad de expresión debe servir como un puente que conecte perspectivas divergentes y permita resolver conflictos de manera pacífica. Sin esta herramienta, las tensiones sociales pueden intensificarse, derivando en represión o violencia que debilitan las bases mismas de la convivencia democrática.

A pesar de su relevancia, la libertad de expresión enfrenta amenazas significativas en la actualidad. Por un lado, en muchos países, los gobiernos justifican medidas de censura bajo el pretexto de combatir la desinformación o mantener la estabilidad social, restringiendo así el debate público y silenciando las críticas. Por otro lado, las redes sociales, que democratizan la comunicación, también han facilitado la propagación de discursos de odio,censura y noticias falsas, generando llamados a regular los contenidos, pero con el riesgo de caer en prácticas restrictivas. En el peor de los casos, el temor al rechazo social y la cultura de la cancelación han llevado a muchas personas a autocensurarse, empobreciendo el debate y limitando la diversidad ideológica necesaria para una democracia saludable.

Para enfrentar estos desafíos, es fundamental adoptar estrategias que protejan la libertad de expresión sin comprometer otros valores democráticos. Fomentar la tolerancia crítica y la educación cívica es clave para que el debate y la diversidad de opiniones se conviertan en la norma. También es esencial que las plataformas digitales implementen políticas claras y transparentes que permitan la interacción de la pluralidad de puntos de vista existentes y la desinformación, evitando medidas arbitrarias que puedan convertirse en censura o motivo de persecución arbitraria. Asimismo, los periodistas, académicos y activistas, a menudo los primeros defensores de este derecho, necesitan contar con garantías que les permitan llevar a cabo su labor sin miedo a represalias públicas, políticas o sociales.

La defensa de la libertad de expresión no solo preserva el debate y el entendimiento, sino que refuerza el compromiso con los valores fundamentales de la democracia. En un mundo dividido por tensiones narrativas sin fundamento, garantizar este derecho es vital para construir sociedades que no solo sobrevivan a las divisiones, sino que prosperen gracias a su pluralismo y capacidad de resolver diferencias de manera pacífica y constructiva.